lunes, 24 de septiembre de 2007

Camino a la soledad

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Por María Candela Theiller

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Después de leer una nota publicada en el diario Clarín el jueves 12 de Abril de 2007, escrita por un periodista de “Le Monde” –Jean Michel Dumay- se disparan infinidad de pensamientos y replanteos. Y por qué no darle la potencialidad necesaria a un tema de importante valor para todos...

El artículo se titulaba “Vivimos cada vez más solos”. Mencionaba actividades realizadas en Francia que intentaban luchar contra el aislamiento y la precariedad de las relaciones: “cada vez se hace más visible el asilamiento y aumenta la fragilidad de las relaciones. Cada vez hay más almas solitarias, familias cada vez más chicas. Nos separamos o nos divorciamos como un simple trámite” y así, decía el columnista, “se aumenta el flujo de familias monoparentales social y económicamente fragilizados”.

... Cuanto de cierto tiene esta teoría.

Cada día nos consume más el individualismo y la necesidad desaforada de ser alguien. Claro, olvidando las bases, los valores y la transmisión de cada uno de ellos. ¿Cuántas cosas se pueden lograr cuando nos encontramos contenidos o cuando nos sentimos acompañados? (¡!) ¿Acaso ya no gratifica dar amor y cuidado a un familiar, a un amigo, o a un vecino que lo necesita? -Que nos necesita-.

Ya no queremos familias grandes, ya no nos atrae brindar nuestro tiempo. Y lo más temeroso es que no sentimos la necesidad de hacerlo. No practicamos, casi, la solidaridad.

Pero claro el tema no es tan sencillo y no se puede descifrar así no más. Por eso, nada más interesante que contar con la opinión de una especializada en la materia y que hoy es la protagonista de un valor incomparable, porque supo convertir una sombra en una lucha y un amor en un incansable trabajo.

Mónica Bouyssede de Marcenac está preparando el mate y aguardar en su escritorio no es tarea fácil. A minutos de dar comienzo a una (sabida) extensa charla, de enriquecedor contenido, se puede observar la simpleza y el orden combinados con la liviana luz que ambienta el lugar y que acompañará todo el recorrido. Se hace imposible no citar algunas de las fotos que guardan las espaldas de este ambiente. En una la familia, y en la otra, ni más ni menos que el tan nombrado Alfredo en el día de su egreso. No caben ya palabras para describir otra vez el acontecimiento. O tal vez si, todas aquellas relacionadas con la injusticia, el dolor, el incumplimiento, el desquicio, la irresponsabilidad y una interminable lista de conceptos desesperantes.

Pero en esta oportunidad, se hizo necesario - no por más importante- charlar con la pacífica Mónica –Socióloga egresada de la Universidad Católica de La Plata- sobre algunos aspectos o fenómenos que se han ido dando en la sociedad.

Claro con el disparador de la nota de Clarín, se citó el desintegro de los lazos familiares.

“Desde la Sociología decimos que el mundo desde hace muchos años ha sufrido modificaciones por el sistema industrial capitalista tan terrible que estamos viviendo. Y una de las condiciones de vida de este sistema es el individualismo. Funcionan como una condición: la competitividad y el individualismo –no sólo en el sentido económico, sino también invadiendo todos los campos de la vida de las personas-. A partir de esta actitud que tomamos los seres humanos, empezamos a modificar la forma de pensar y de ver el mundo en otras cuestiones de la vida, por ejemplo se nota cuando debemos asumir responsabilidades sobre otras personas. Con aquellos que a lo mejor están muy próximos a uno, la familia más inmediata o la familia más ampliada”.

Mónica hizo referencia a su propia experiencia y comentó que, a pesar de tener cincuenta años y haber vivido otros momentos de la vida familiar (esos de las reuniones de grandes familias y demás) siente que no actúa igual a como actuó su madre. Es decir que ya nota una transformación. Así queda claro que no alcanza el solo hecho de transmitir los valores en la familia, porque sostiene que “hay toda una fuerza en el entorno, una dinámica social que va generando en nosotros otras formas de ver el mundo y de entender estas relaciones entre las personas, que están fuertemente influidas por el individualismo y la competitividad y que llevan al desamparo”.

Mónica acerca un nuevo concepto: El “desamparo”. ¿Qué está primero?

“En realidad yo creo que el individualismo colectivo termina generando que los sujetos sientan esta sensación de desamparo. –Es decir: si no me protejo yo sola, no hay nadie que me proteja.- Por lo tanto uno se siente desamparado. Esta es una cuestión es muy fuerte que se va pasando y filtrando en la socialización.

La socialización

“En el proceso de socialización la familia es la primera y la más fuerte en la vida de las personas. Es necesario tener en cuenta que no existe una estructura de familia única y además está demostrado que hay estructuras familiares diversas. Madres solas, padres solos, familias ensambladas, familias de estilo convencional y no todas funcionan del mismo modo, ni únicamente funcionan mejor unos modelos que otros. Yo creo que la familia ha ido cambiando y en ese cambio hay cuestiones positivas y otras que no tanto.

Pero la familia no es el único espacio de socialización. Uno va recuperando otros espacios. En la socialización primaria existe una fuerte influencia de la familia. Pero también hay otros espacios de socialización que se han perdido. Conjuntamente a la familia, aparecían los vecinos que tenían un valor particular, donde había amigos, se jugaba con los chicos del barrio, existía una vida de más vinculación de unos con otros en el propio vecindario. Así se tenía contacto con otros seres humanos desde chico. En cambio ahora no solamente se pierden un poco los vínculos en relación a la propia familia, porque ya es una familia más reducida o con una mayor conflictiva, sino que además se comienzan a perder los vínculos con otras personas del entorno más próximo. Entonces este fenómeno de socialización no es sólo desde la familia. Este es un tema mucho más complejo. Si la familia hoy fuera como antes, de todos modos las cosas tampoco serían tan perfectas”.

Después de unos minutos y detrás de esa paciencia en su relato, la palabra de esta cálida mujer se hace cada vez más contundente. Ahora decide sumar su opinión diciendo que cree que hay otros aspectos de la realidad social que deberían cambiar. Y no dudó/ duda en citar a los medios de comunicación en este proceso. “¿De qué manera los medios de comunicación socializan para que se empiece a pensar que el conocer a otros es interesante, si llenan su contenido de noticias que dan miedo, que aterrorizan, que muestran al otro como si fuera un mounstro y que no hay que confiar en nadie?. Esa es la fuerza que tienen los medios de comunicación en la vida de las personas, en las propias familias”.

Nuevamente queda claro que no es solamente lo que se recibe de un padre o de una madre. “ Es lo más cercano, pero en realidad todas las experiencias inmediatas están teñidas de los mismos síntomas. El individualismo, la indiferencia. Somos indiferentes en la familia, pero también en la escuela y en el barrio. Y los adultos somos los que mostramos esos ejemplos. Decir entonces que la crisis más grande tiene que ver con el ámbito familiar sería incompleto. Yo creo que la crisis familiar es una de las tantas crisis institucionales que tenemos”.

También la iglesia forma parte de esta entrevista. Es una institución que mucho tiene que ver en las personas y en el trato con los demás porque muy relacionada está con la formación interior de los seres humanos, pero también es cierto que existe una descreencia en la religión, cualquiera sea. “Yo creo que hay algunas iglesias que han recuperado su espacio y han ido creciendo este último tiempo, porque comenzaron a ocupar estos espacios de contención humana que han de dejado de ocupar otras iglesias más tradicionales. Yo soy católica y me duele bastante sentir que esta iglesia haya perdido su espacio en relación a la imagen social de la solidaridad y la contención, a pesar de que el mensaje cristiano más profundo sostiene que el prójimo es lo que más debemos cuidar. Jesús decía: ama a tú prójimo como a ti mismo. La medida del amor propio es la medida del amor ajeno. Y esto es muy fuerte como mensaje, tal vez el más perfecto que exista, porque quien comprende esto evita hacer sentir mal al otro, es más solidario. Quizá sea momento de pensar qué se está haciendo desde la propia iglesia católica. Pero también me he dado cuenta que hay grupos de jóvenes dentro de la iglesia que están buscando espacios donde sobrevivir a tanta fragmentación. Es muy doloroso vivir solo o vivir individualmente, porque esto implica tener que arreglarse solo para todo. Nadie te defiende, nadie te cuida”.

¿En dónde crees que radica el conflicto?

Yo creo que desde hace mucho tiempo, el problema más grande es unir la racionalidad con la afectividad. Parecería que están como divididas. Es como que la ciencia ha hecho estragos en ese sentido. Por lo menos las ciencias sociales -que me apasionan- no sé si han sido muy útiles. Desde las ciencias sociales hemos podido explicar, desde la teoría, muchos fenómenos. Pero ¿cómo hacemos para mejorar esto?. Lo que pasa es que siempre pensamos que los mecanismos son muy racionales. Creo que tenemos que comenzar a recuperar estos espacios de afectividad: volver a encontrarnos con los otros, volver a pensar que el otro es una persona con sentimientos, ver a la persona que tenemos al lado desde el punto de vista afectivo, que sufre, que necesita cosas, que puede estar feliz o triste pero no sólo desde la imagen que muestra sino desde lo afectivo. Me parece que no estamos mostrando realmente lo que nos pasa. A veces en la escuela a los chicos les cuesta muchísimo decir que sufren. No sienten tener el espacio para expresar ese sufrimiento. Parecería que hay que ser lindo, estar contento, ser inteligente y el sufrimiento queda relegado a un ámbito muy privado de la vida de las personas, cuando en realidad es parte de la vida humana. Porque no es una cuestión individual, así como tampoco lo es el bienestar. Tenemos muchos pruritos para expresar el sufrimiento y no solamente en términos de llorar. Sino para decir “no sé que me pasa”... -¿En qué lugar podemos decir realmente lo que nos pasa?- La falta de estos espacios, también hace que nos sintamos más solos”.

Si uno pensara dos segundos podría darse cuenta que el cambio comienza en cuanto se pueda sentir responsable y generador de ese espacio, de invitar al otro para que pueda sentirse cuidado y contenido. ¿Tiene que ver este fenómeno con el nivel de sensibilidad de las personas?

Yo no hablaría de sensibilidad para que no se interprete en términos psicológicos. Si uno dice “persona sensible” habla de aquella que “se conmueve por”. En realidad no sé si es solamente conmoverse, porque no alcanza. Es hacer algo y eso exige mucho más que conmoverse. Para mí la palabra es la espiritualidad y creo que somos una sociedad muy vacía de contenido espiritual (no espiritual en sentido religioso). Me refiero con “espiritualidad” al trabajo interior. Y en ese sentido somos una cultura muy light. Pensar en qué personas queremos ser, cómo queremos vivir, qué lugar tenemos en la vida, son preguntas que no existen ni en la familia, ni en los espacios públicos, ni en las escuelas. No existen en ningún lado. La racionalidad ocupó todo. En la formación de un adolescente existen dos materias “Formación Ética y Ciudadana” y “Salud y Adolescencia”. Desde ahí se elaboran discursos o se trabajan temáticas como la sexualidad y la adolescencia, pero siempre desde la prevención (en este caso) y no tanto desde el amor y la afectividad. Parecería que los afectos de las personas no tienen ningún tipo de valoración en el ámbito de la enseñanza. Siempre hablando de espiritualidad sin pensar estrictamente en términos religiosos, porque no sería lo correcto. Pero sí desde lo humano. El problema es que esto exige que uno esté preparado para abordar esas temáticas, siendo esto todo un trabajo que hay que hacer socialmente.

¿Cómo se resuelve este problema, que tipo de gente se necesitaría?

Se resuelve por una cuestión de desarrollo del sentido más humano que tenemos los seres humanos. Y esto no está escrito en ningún libro. Hacen falta personas que cuenten con el más sentido de los valores y que puedan transmitirlo con su ejemplo, con su palabra, con su forma de vivir. Y no por eso tienen que ser personas importantes. Yo creo que hay una crisis de espiritualidad en el sentido más ético, en el de poder diferenciar lo que está bien de lo que está mal. En realidad se defienden muy bien algunas cuestiones derechas. Pero después, cuando tenemos que cumplir con las obligaciones no nos gusta. Para los derechos siempre estamos listos, para las obligaciones – que son la contracara- no. Ese es el sentido verdadero de la ética: el derecho implica siempre una obligación.

¿Desde qué lugar hay que trabajar y haciendo qué?

Yo me baso siempre en una teoría que han bajado dos autores que me gustan mucho. La realidad es una construcción. Es decir que la realidad es lo que pensamos y lo que queremos que sea, lo que vamos construyendo entre todos. Por supuesto que hay una realidad concreta que se opone objetivamente y en ese mundo hay que vivir. Pero también es cierto que desde las ciencias sociales aprendimos que cada acto humano no es un acto reproductivo puramente. No es que nos ponen un chip y reproducimos una forma de comportamiento. Es una elección. Por eso los seres humanos podemos ir tratando de elegir cómo queremos vivir. Y si pensamos cómo queremos vivir, creo que la mejor manera de lograr pensar una sociedad un poco mejor o distinta es hacer el intento a través de la educación. Estoy convencida que en todos los ámbitos educativos sea en la socialización primaria en la familia, en la escuela o en los medios de comunicación (que son muy potables y todavía no somos conscientes de eso) existe un rol y una responsabilidad muy fuerte. ¿Quiénes? Aquellos que comiencen a pensar sinceramente que la tarea educativa es a largo plazo, los que tengan la resistencia para tolerar la espera y los que estén convencidos de que esto es posible no sólo por voluntad, sino porque ya aprendimos. Los comportamientos se construyen como una matriz de aprendizaje que se instala en los sujetos. No la tenemos genéticamente, se construye, es flexible y por lo tanto se puede modificar.